BALARĀMA MATA
AL DEMONIO BALVALA
En el lugar santo llamado Naimişāraņya, en momentos que se estaba celebrando una gran asamblea de trascendentalistas, y se estaba ejecutando un sacrificio con el propósito de comprender la vida espiritual y la autorrealización, el Señor Balaram visitó el lugar y debido a la actitud engreída de Romaharşaņa Sūta, el señor Supremo procedió a matarlo golpeándolo simplemente con una brizna de hierba kuśa. (Este pasatiempo ha sido relatado en la anterior entrada de este blog).
Luego de haber dado muerte a Romaharşaņa, el Señor Balaram se colocó en la posición de un kşatriya ordinario, y les informó a los sabios allí reunidos que Él estaría dispuesto a aceptar cualquier cosa que ellos sugirieran, a fin de expiar el haberle dado muerte a Romaharşaņa. Los brāhmaņas le sugirieron que expiara Su acción de una forma que fuese benéfica para ellos, y por consiguiente le dijeron:
«Querido Señor nuestro, hay un demonio de nombre Balvala. Es el hijo de Ilvala, pero es un demonio muy poderoso, y visita este sagrado lugar de sacrificio cada quince días, en los días de Luna llena y en los días en que no hay Luna, y crea un gran disturbio en la ejecución de nuestros deberes en el sacrificio. ¡Oh, descendiente de la familia Daśārha, todos te pedimos que mates a este demonio. Creemos que si tienes la bondad de matarlo, eso constituirá Tu expiación a favor nuestro.
El demonio a veces viene aquí y lanza profusamente sobre nosotros cosas contaminadas e impuras, como pus, sangre, excremento, orina y vino, y contamina este lugar sagrado al derramar sobre nosotros una lluvia de esas inmundicias. Después de matar a Balvala, puedes continuar recorriendo todos estos lugares sagrados de peregrinaje por doce meses, y, de esa manera, quedarás completamente libre de toda contaminación. Ésa es nuestra prescripción».
El Señor Balarāma se preparó para enfrentarse al demonio Balvala. En el momento en que normalmente el demonio atacaba el lugar sagrado, apareció una gran tormenta de granizo, el cielo entero de cubrió de polvo, y la atmósfera se sobrecargó de un olor apestoso. Justamente después de esto, el malicioso demonio Balvala empezó a hacer llover torrentes de excremento y orina, y otras sustancias impuras, sobre la arena del sacrificio.
Después de este ataque violento, el demonio mismo apareció con un gran tridente en su mano. Él era una persona gigantesca, y su negro cuerpo era como una inmensa masa de carbón. Sus cabellos, su barba y su bigote se veían rojizos como el cobre, y a causa de su gran barba y bigote, su boca parecía ser muy peligrosa y fiera.
El Señor Balarāma se preparó para atacar al demonio tan pronto como lo vio. En primer lugar, consideró cómo podría aplastar al gran demonio y volverlo pedazos. El Señor Balarāma llamó a Su arado y a Su maza, y éstos aparecieron de inmediato ante Él. El demonio Balvala estaba volando por el cielo, y el Señor Balarāma, en la primera oportunidad que tuvo, lo arrastró hacia abajo con Su arado, y furiosamente aplastó la cabeza del demonio con Su maza. La frente del demonio se fracturó con los golpes de Balarāmajī. Hubo una profusa corriente de sangre que manaba de su frente, y él empezó a gritar fuertemente.
Así pues, el demonio, que había sido una gran perturbación para los piadosos brāhmaņas, cayó al suelo. Su caída fue como la de una gran montaña con un pico de color rojo óxido, al ser golpeada por un rayo y aplastada contra el suelo.
Los habitantes de Naimişāraņya, brāhmaņas y sabios eruditos, se sintieron muy complacidos al ver esto, y ofrecieron sus oraciones respetuosas al Señor Balarāma. Ellos ofrecieron sus más sinceras bendiciones al Señor, y todos estuvieron de acuerdo en que todo intento que hiciera el Señor Balarāma para realizar algo, nunca sería un fracaso.
Los sabios y los brāhmaņas ejecutaron entonces un baño ceremonial del Señor Balarāma, tal como los semidioses bañan al rey Indra cuando vence a los demonios. Los brāhmaņas y los sabios honraron al Señor Balarāma obsequiándole ropa nueva y ornamentos de primera clase, y la guirnalda de la victoria hecha de flores de loto, que era el manantial de toda belleza, y que nunca habría de secarse, ya que existía de forma sempiterna.
Texto extraído de: “Libro de Krishna – Cap. 78, titulado: «La liberación de Balvala y el recorrido del Señor Balarāma por los lugares sagrados».
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